domingo, 6 de marzo de 2016

Diablada en los funerales de Edwin Llusco



Salimos del viento y los escombros
Crecimos de las semillas podridas de las manzanas
Trascendimos la lejanía con alas negras
Tiburón en mar de sombras
Hasta que desaparecimos en el cielo oscuro de la noche
buscando con invocaciones a un dios proscrito en la madrugada
y encontramos el río tenebroso y la pampa lúgubre
Vimos al viejo almaq´epi acercarse
con sus alas de polilla negra
y le ofrecimos coca en sus dos manos

Descargamos el féretro ardiente y tratamos de disipar el humo
detrás del ataúd lleno de espíritus sajras
Esos que envolvían tu alma

El animal de los días y las horas
ha terminado de comerse la cola
y al fin está saciado

La electricidad que da vueltas a las cosas
escupe al viento chispas
que bendecirán tu regreso
a las bajas alturas de la tierra

El ejército de las sombras se ha reunido
Arañas y escarabajos contemplan pensativos el fuego
Uno de esos ataques
de diminutas voces
que se comieron tu corazón

La gran chimenea del mundo
hace un minuto de aire limpio
por el átomo arrancado a su ser
y al fin el viejo se prepara
extiende su haraposo awayu
sobre la orilla del río

Fantasmas negros envueltos en humo
enrojecen sus ojos
arrancando tu aliento a la tierra
caminan mirando el piso

¿A cuántos ángeles
les arrancarás sangre a puñetazos?
¿Qué demonios te recibirán?

Tu espíritu al fin se levanta y rejuveneces hasta ser niño
El viejo te carga
se mete al agua sin mojarte
y no se ve más la otra orilla

Se formoliza el aire y solo hay silencio
bajo el sol de la tarde
cuando el sepulturero escribe un nombre
en el yeso fresco del nicho 
y los sólidos pasos metálicos

abandonan el panteón